¿Cómo respondes ante las situaciones difíciles que la vida te presenta?

Shakespeare escribía en una de sus obras que las cosas no son buenas o malas en sí, sino lo que las hace buenas o malas es todo el tiempo que empleamos pensando en ellas. Primero, quiero aclarar que yo pienso que esta es una generalización un poco peligrosa. Yo si creo que hay cosas buenas y hay cosas malas.

Sin embargo, eso no quiere decir que esta aseveración de Shakespeare no contenga una gran lección. Porque muchas de las crisis, los retos, problemas y dificultados que enfrentamos pueden no necesariamente ser buenos o malos en sí.

Lo que termina afectándonos negativamente muchas veces es todo el diálogo interno que generamos con respecto a esa situación que estamos enfrentando. Más importante aún, lo que verdaderamente termina haciéndonos tomar decisiones trágicas es el hecho de que, después de sostener ese diálogo mental por horas, días, semanas y meses terminamos por creer que el problema y todo el diálogo mental que hemos tenido sobre el problema son lo mismo.

Esas dos cosas se convierten en una sola cosa. Y de ahí en adelante nos resulta imposible separar el problema, la situación en sí, que a lo mejor pudo no haber sido tan grave, separarla de todo el diálogo negativo y pesimista que hemos tenido con nosotros mismos durante meses. En otras palabras, ese diálogo negativo y pesimista lo único que hizo fue agrandar más el problema.

“No siempre puedes controlar tus pensamientos.
Lo que sí puedes hacer es no permitir
que ellos te controlen a ti”

Y es que el cerebro es curioso. Cuando estamos enfrentando una situación positiva, no tenemos ese mismo diálogo mental. No nos paramos a elaborar con nuestros pensamientos toda la belleza de lo que estamos experimentando. Nosotros simplemente lo experimentamos y eso es suficiente.

Sin embargo, cuando algo negativo sucede en nuestra vida. Ah, ahí si nuestro cerebro se vuelca a darle todo tipo de interpretaciones. Y si algo negativo ocurre, entonces lo interpretamos como que es un castigo, como que es el resultado de nuestras malas decisiones, como que es consecuencia de que todo el mundo está en contra nuestra, de que el universo está conspirando para que fracasemos, de que no merecemos nada bueno o positivo, de que nunca nada bueno sucederá en nuestra vida, de que daría lo mismo si estuviéramos vivos o muertos y… Si ves como, poco a poco, esa situación que pudo nos haber sido tan trágica, ahora se ha convertido en una tragedia monumental, porque con nuestro dialogo nos encargamos de hacer una tormenta en un vaso de agua.

La persona promedio habla consigo mismo alrededor de 14 horas diarias. Imagínate eso. Más de la mitad del día estamos hablando con nosotros mismos… No necesariamente en voz alta, sino a través de un dialogo interno que cuando pensamos, o cuando evaluamos mentalmente lo que encontramos en el día a día, o juzgamos lo que vemos, o formamos opiniones mentales sobre los demás o sobre nosotros mismos. 14 horas diarias estamos involucrados en este dialogo mental. Lo triste es que más de un 80% de lo que nos decimos durante esas 14 horas de diálogo interno es negativo, contraproducente, y lo más probable es que nos esté deteniendo de lograr nuestras metas y utilizar nuestro potencial al máximo.

Y a veces, ese dialogo interior termina convirtiéndose en verdaderos latigazos mentales, en ataques silenciosos contra nosotros mismos que no le permitiríamos a ninguna otra persona. Y a veces lo hacemos hasta en voz alta. No le permitiríamos a nadie que nos mirara a la cara y nos dijera “estúpido”, pero cometemos un error y no lo pensamos dos segundos antes de decirnos “Pero, que estúpido soy”, “que bruto”, “me merezco que me pasen estas cosas…”

Así que, hoy quiero pedirte que tengas mucho cuidado con lo que te dices cuando hablas contigo mismo. Que te asegures de que no estás empeorando el problema con tus pensamientos o, peor aún, que no estás creando un problema donde no existía, con tu manera de hablar.

Recuerda que tu realidad exterior, tus circunstancias, tus logros o tus fracasos, tu abundancia o tu escasez comienzan con tu manera de pensar. En mi libro la ley de la atracción yo escribo que tú atraes hacia tu vida aquello en lo que enfocas tus pensamientos de manera constante. Así que, asegúrate de estar creando con tus pensamientos la vida de abundancia, felicidad y éxito que quieres tener, y como siempre, nos vemos en la cumbre del éxito.

“Cada pensamiento, bueno o malo,
produce el único resultado posible,
tanto en el carácter que forma,
como en las circunstancias que genera”

Comparte este artículo