Hablarles a mis hijos es como hablarle a la pared

Si eres padre o madre de un adolescente, es muy probable que alguna vez hayas utilizado esta o una frase similar para expresar tu frustración ante la aparente imposibilidad de que tus hijos acepten tus consejos, sugerencias, críticas o recomendaciones.

¿Por qué será que a los padres les cuesta tanto comunicarse con sus hijos adolescentes? Obviamente, los retos comunicativos con los hijos no comienzan en la adolescencia. Sin embargo, debido a que esta etapa de la vida es compleja y difícil por los grandes cambios biológicos, sicológicos, sexuales y sociales que ocurren en ellos, las dificultades en la comunicación parecen acentuarse mucho más durante estos años. Si a esto le sumamos el hecho de que esta es una fase durante la cual el joven busca afianzar su personalidad, no es extraño entonces que surjan distanciamientos entre padres e hijos lo cual dificulta aún más la comunicación.

Es común escuchar a muchos padres exteriorizando esta frustración con expresiones como: “Hablarles a mis hijos es como hablarle a la pared”, “Lo que uno les dice les entra por un oído y les sale por el otro”, “Mis hijos no me cuentan nada”, “No responden y hay que sacarles las palabras con tirabuzón”, “Nuestras conversaciones son como interrogatorios… Solo responden con monosílabos, gestos y hasta gemidos”.

Frente a este mutismo selectivo de los jóvenes, y ante su propia frustración al ver menguada su capacidad para influir de manera positiva en las decisiones y forma de pensar de sus hijos, muchos padres optan por limitar y hasta cortar por completo la comunicación con ellos; una decisión de graves consecuencias ya que es durante esta etapa cuando los jóvenes deben enfrentar numerosas dudas, retos, inseguridades y temores que tienden a intensificarse cuando ellos se sienten solos.

No olvides que, a pesar de los problemas de comunicación que tengas con tus hijos adolescentes, ellos continúan necesitando tu amor, apoyo, comprensión y guía.

Cuando limitas la comunicación con tus hijos a causa de la vaca de que “hablar con ellos es como hablar con la pared”, estás decidiendo que ante las dificultades comunicativas que afrontas con ellos, optas por desistir de ser una influencia positiva en sus vidas; que permitirás que sean otros quienes escuchen sus problemas y no tú; y que, para evitar las discusiones y broncas que puedan surgir, vivirás en la oscuridad en cuanto a las dificultades, retos o dilemas que ellos estén enfrentando. ¿Estás listo a aceptar esto?

Si no deseas que esta vaca sea la que dictamine cómo relacionarte con tus hijos, ten presente que, pese a tus buenas intenciones de involucrarte en sus vidas, en ocasiones ellos confundirán tu interés con una estrategia tuya para molestarlos y querer controlarlos. Cuando esto ocurra, dales espacio.

A lo mejor quieras hacer que tu hijo “entre en razón y acepte que sus amigos no le convienen” cuando en realidad tú no los conoces tan bien como crees. Y hasta es posible que tu hijo hubiese llegado a la misma conclusión por sí mismo; pero, al sentirse hostigado por tu continua insistencia, decide que no dejará esa amistad. No pretendas convertir tu relación en una guerra continua y, por sobre todo, no quieras ganar todas las batallas. 

Muchos de los padres que creen que hablarles a sus hijos es caso perdido no entienden que los jóvenes poseen un ritmo distinto. Así que aprende a identificar cuáles son las mejores horas para conversar con ellos. Pregúntales, en lugar de tratar de imponer tu horario, tus reglas y tus conveniencias.

No conviertas toda conversación en una oportunidad para instruir, enseñar o sermonear. Yo era culpable de esto hasta que mis hijos de forma sutil me dejaron saber que nuestras charlas estaban comenzando a parecer conferencias y entonces me di a la tarea de descubrir cuáles eran sus intereses y a aprender más de ellos para tener diversos temas de conversación. Además, decidí que comenzaría a morderme la lengua, si era necesario, para evitar que nuestra interacción se tornara siempre en un encuentro motivacional.

Si estás compitiendo por la atención de tus hijos con su teléfono celular, Facebook, Instagram, Whatsapp, Twitter, Youtube, Facetime y los mensajes de texto, no estás solo en esa competencia. Es evidente que los jóvenes prefieren comunicarse a través de sus dispositivos porque así se sienten más cómodos. Tratar de prohibirles el uso de dichas tecnologías es una batalla perdida. ¿Qué hacer?

Recuerda que es muy probable que tú también estés empleando muchas de estas tecnologías en tu vida personal y profesional. Entonces, hazlas parte de tus herramientas de comunicación con ellos. Yo soy amigo de mis hijos en su página de Facebook, y los mensajes de texto y el Skype nos ayudan a mantenernos en contacto cuando estoy viajando. Así que no todo es negativo.

Acuerda con ellos crear áreas no tecnológicas en casa, como el comedor; o en el restaurante, cuando salgan a comer juntos. También puedes fijar horarios no electrónicos. ¡Sé creativo!

Si aún crees que hablarle a tu hijo es como hablarle a la pared, trata de hablarle a la pared y verás que sí hay una diferencia. Así que mata esa vaca y disfruta a tus hijos.

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